17 agosto, 2011

El valor de las oportunidades

Prácticamente nadie sabe lo que hoy me dispongo a revelar.
Siempre fui una alumna aplicada, sin embargo, en mi primer año de bachillerato mis prioridades cambiaron dramáticamente, tanto que, estudiar para el examen de química no me interesaba para nada, por decir lo menos.
Así pues, llegó el día del examen mensual de química para el cual yo no estudié nada, ni siquiera un poquito, y química es una de esas cosas que –sin importar lo ingenioso que seas- no puedes inventar, sabes o no sabes, y yo no sabía, así que reprobé el examen. Reprobé por primera vez en mi vida y el problema es que yo no podía reprobar, ni química ni nada porque, habiendo sido buena alumna, contaba con una beca que no podía perder. Desesperada hablé con mi maestro de química, Manuel; le pedí ayuda y él me la dio: me pasó.
Se lo agradecí muchísimo. Sin embargo, se presentó el siguiente mes con su consabido examen de química para el cual no sólo no estudié sino que lo contesté como lo estaban haciendo muchos de mis compañeros: copiando; estaba copiando las respuestas cuando Manuel me descubrió.
Nunca olvidaré su mirada llena de decepción, atónito negaba con la cabeza. No hay palabras en el mundo que puedan expresar lo miserable que me sentí, como la criatura más baja sobre la faz de la Tierra. Pero, esperen, yo no era así, de verdad, yo no era una niña egoísta, irresponsable, desconsiderada, ni desagradecida, aunque diera esa impresión. Quería desaparecer, pero más que nada, quería demostrarle a Manuel –a mí misma- que yo no era así.
La verdad es que Manuel pudo haber hecho cualquier cosa: regañarme, castigarme, gritarme, incluso suspenderme; pudo haber hecho todo y, sin embargo, no hizo nada de eso. En ese momento, Manuel tuvo mi futuro en sus manos y en vez de castigarme, me dio una oportunidad. Sí, otra oportunidad.
Desde ese día en adelante, química se convirtió en mi prioridad. El siguiente examen, y los que le siguieron, saqué diez. Ése fue el fin de mi mala racha como estudiante, aprendí mi lección y retomé el camino.
Hace dos semanas aprobé con mención honorífica mi examen para la obtención de la Maestría en Pedagogía y pensé en Manuel, en la oportunidad que me dio, sin ésta no habría sido posible.
Educar es dar oportunidades porque aun las buenas alumnas nos equivocamos de cuando en cuando, todos lo hacemos, y en vez de castigos, necesitamos oportunidades.

1 comentario:

  1. La vida misma es una oportunidad, si no, no tendría sentido.

    Te quiero mucho :)

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