17 octubre, 2020

Por qué necesitamos el contacto con la naturaleza

 El contacto con la naturaleza es una necesidad humana básica, no una amenidad cultural, ni una preferencia individual, sino una necesidad universal de tipo primario, esto es, del mismo modo que necesitamos de una alimentación saludable y del ejercicio físico diario para nuestro desarrollo, así también necesitamos conexiones crecientes con la naturaleza.

El contacto con la naturaleza refuerza los valores de respeto y cuidado por el ambiente, que son indispensables para las comunidades sustentables, y ofrece incontables beneficios a los seres humanos, entre los cuales se encuentran los de tipo terapéutico. No obstante la creencia de los beneficios terapéuticos que brinda el contacto con la naturaleza es bastante antigua, el primer estudio empírico controlado basado en esta hipótesis fue publicado en la revista Science por en 1984; en este estudio, Roger Ulrich usó la información que obtuvo en un hospital para demostrar el efecto que tenía un cuarto de hospital con vista a una pared de ladrillos o bien un cuarto de hospital con vista a árboles. Todos los pacientes estudiados habían sido operados del mismo tipo de cirugía. Ulrich encontró que los pacientes que tenían cuarto con vista a los árboles necesitaron menos narcóticos y analgésicos ya que experimentaban menos dolor. También fue el grupo que se quedó hospitalizado menos tiempo y que tuvieron, en general,  una recuperación post-operatoria más satisfactoria que los pacientes que tenían un cuarto con vista a la pared de ladrillos.

Así también, la restauración ecológica, es decir, el intento de reparar los ecosistemas que han sido dañados o degradados, generalmente por actividades antropogénicas, mediante prácticas que van desde la plantación de árboles, hasta la restauración de presas o la bio-reactivación de los suelos que han sido erosionados o dañados con pesticidas y fertilizantes químicos, guarda en sí misma un enorme potencial para reconectar a los seres humanos con la naturaleza ya que ésta ayuda a las personas a ser más atentas al ambiente, a respetar el orden de la naturaleza y a vivir de manera armónica y significativa con la tierra. De esta suerte, las  acciones pro-ecológicas resultan en estados psicológicos positivos como son la satisfacción intrínseca y el bienestar personal y subjetivo, o sea, en felicidad.

De igual manera, existe evidencia de que la naturaleza favorece la reducción del estrés y coadyuva en la recuperación del equilibrio. Por ejemplo, pasear por el campo o por una zona arbolada mejora de forma inmediata el estado de ánimo en las personas.  La vegetación, el aire limpio, el agua y el contacto con animales brindan beneficios psicológicos, emocionales y sociales: la naturaleza es un poderoso impulsor de estados de bienestar.

Los ambientes naturales ofrecen tal  riqueza y diversidad sensorial que, sin lugar a dudas, todos los seres humanos -sin importar la edad, el género, la raza o la etnicidad- deben estar en contacto diario con ellos, en especial en su etapa de formación. Sobre esto, el juego de los niños en exteriores les ofrece grandes beneficios para su desarrollo social, emocional y cognitivo, ya que fomenta su sentido de búsqueda y exploración, así como el aprender a tomar decisiones y la resolución de problemas.

Los entornos naturales ofrecen la estimulación sensorial y la oportunidad de realizar actividades físicas esenciales para nuestra salud y desarrollo.  Las experiencias que se tienen en el exterior y en contacto con la naturaleza determinarán en gran medida el cómo nos relacionamos con ésta (identidad ambiental), así como también guiarán las acciones o conductas en  este sentido.

El contacto, la cercanía y las experiencias con la naturaleza son clave para nuestro bienestar. Ser conscientes de ello incidirá de manera clara y segura en nuestra salud física y emocional.

 

02 octubre, 2020

Solidaridad, vida frugal y medio ambiente

La crisis sanitaria que hoy vivimos nos llama a manifestar nuestra solidaridad la cual, aunque puede entenderse como valor, actitud, criterio de acción o principio de organización de la convivencia social, es más que eso. La solidaridad es un modo de vida basado en ideas, actitudes y acciones orientadas a beneficiar a otras personas sin la expectativa de un beneficio personal. Ésta se orienta a producir un cambio social que resulte en mayor equidad y justicia para todos. En tal sentido, los proyectos solidarios son aquellos que aspiran a mejorar la vida de las personas, es decir, buscan el bien común.

Vida frugal: vivir con menos

De manera paralela a lo recién expuesto, las personas con prácticas frugales son, por lo general, personas más altruistas y solidarias. Pero, ¿qué son o en qué consisten las prácticas frugales? La vida frugal se expresa mediante acciones vinculadas a un estilo voluntario de consumo reducido, esto es, se centra en evitar compras innecesarias (con su correspondiente desperdicio de recursos y consabido daño al medio ambiente). Manifestaciones de esta índole se constatan en todo el mundo a través de movimientos como los siguientes:

a) Buy Nothing Day (El día de no comprar nada), el cual se lleva a cabo todos los años en noviembre en Vancouver y otras ciudades del mundo como protesta al consumismo que se vive particularmente por esas fechas cercanas a las compras del Día de Acción de Gracias y de la Navidad.

b) The Big Switch Off (El gran apagón). En diciembre de 2006, un grupo de ambientalistas en Melbourne lanzó este movimiento que, como lo dice su nombre, propone no prender ningún aparato eléctrico, o bien, vivir un día sin hacer uso de la electricidad, dicho grupo denomina a esta acción como un “reto”, más que una simple propuesta.

c) TV Turn-Off Week (La semana de no ver la televisión). En abril, millones de personas apagan su televisión a modo de protesta contra los efectos negativos con los que se ha asociado el ver mucho la televisión: sedentarismo, obesidad, aislamiento, agresividad y consumismo.

d) World Car-Free Day (El día mundial sin autos), el cual se lleva a cabo el 22 de septiembre como una forma de desincentivar el uso del automóvil y probar otras formas de transporte menos contaminantes y destructivas del medio ambiente.

Estos movimientos y propuestas entran dentro de lo que se conoce como downshifting, o sea, vida frugal, o bien, vivir de una manera más sencilla a partir de la reducción del consumismo. Es de subrayar que al consumir menos reducimos nuestra huella de carbono, o sea, el impacto o la marca que dejamos en el planeta contabilizando los gases de efecto invernadero (GEI), emitidos de manera directa o indirecta.

La vida frugal parte de saber y entender que la lucha por el dinero, el “éxito” y los bienes materiales genera altísimos niveles de ansiedad, tensión y frustración. En cambio, un estilo de vida más pausado y consciente encaminado a  la conexión con la naturaleza y los seres vivos  resulta en una vida satisfactoria y gratificante.

Otros movimientos también retoman las raíces filosóficas de la frugalidad: enfatizan la búsqueda de una vida interior más rica y plena por encima del logro u obtención de posesiones y bienes materiales, como es el caso de la  Simplificación Robusta (Strong Simplification) por medio de la cual las personas rechazan trabajos que ofrezcan altos ingresos y status socio-económico con el fin de tener una vida dedicada a la búsqueda de conquistas no-materiales y a la realización de acciones y valores como la empatía, la unión, la cooperación y la solidaridad.