Así pues, desde muy
chica, no sólo pude notar la desarticulación entre las disciplinas, sino la supuesta “superioridad” de ciertas asignaturas
frente a otras.
Todos los alumnos
sabíamos, sin que nadie nos lo dijera (curriculum oculto), que había
asignaturas medulares (español, matemáticas y ciencias) y otras (educación
artística y educación física) que, bueno, había que enseñarlas o, peor aún,
hacer como que se enseñaban porque –ni modo- así lo marcaba el Plan de Estudios.
La inferioridad de
algunas materias frente a la superioridad de otras se reflejaba en todo. Para
las asignaturas “inferiores” no había
exámenes, ni tareas, ni trabajos, ni nada, daba la impresión de que no teníamos
que aprender esas asignaturas; las calificaciones tampoco eran problema, todos
sacábamos diez.
Los profesores que
las impartían también eran “víctimas” de estas diferencias, es decir, no era lo
mismo la llamada de atención del profesor de matemáticas que una llamada de
atención del maestro de educación física y esto lo sabíamos todos: desde la
dirección hasta los maestros, los alumnos y los padres de familia.
Y si bien cuando
estudié Pedagogía me enseñaron que la
educación debía ser integral (ah, qué
bien sonaba eso) y que todas las asignaturas son igual de importantes, la
verdad es que –una vez más- el discurso no coincide con la práctica.
La realidad es que se
ha confundido educación por
capacitación para el trabajo y en este sentido, sólo las asignaturas que
se asocian con la generación de dinero se vuelven importantes, como matemáticas
y ciencias, mientras que las otras son vistas con reticencia, por decir lo
menos.
Pero quienes estamos vinculados con la enseñanza no podemos olvidar que la educación debe ser un sistema de formación para la construcción de una sociedad libre, justa e igualitaria; no podemos olvidar que la verdadera educación debe formar personas sabias, bondadosas y fraternales.
Pero quienes estamos vinculados con la enseñanza no podemos olvidar que la educación debe ser un sistema de formación para la construcción de una sociedad libre, justa e igualitaria; no podemos olvidar que la verdadera educación debe formar personas sabias, bondadosas y fraternales.