Hace un año, asistí a la conferencia que dio Carles Monereo en la UNAM titulada: Formación del profesorado a través de incidentes críticos. Fue, sin duda, una conferencia interesante que nos reveló que los maestros planeamos la clase sin contemplar ningún tipo de contratiempo, conflicto o desajuste; planeamos como si todo fuera a salirnos según lo planeado; cuando en la clase, como en la vida, se presentan incidentes, es decir, sucesos inesperados que, al superar nuestro umbral emocional, causan inestabilidad en nuestra práctica o actuación docente. ¿Cuántos de nosotros no hemos planeado la “clase perfecta”, y ya en la práctica, sucede “algo” que altera nuestros planes? Es entonces que debemos tomar una decisión: seguir con el plan –pase lo que pase- o adecuarnos a las necesidades que se nos presentan.
La respuesta parece fácil y, sin embargo, en esta conferencia varios docentes refirieron que, ante el incidente crítico, siguieron con lo planeado. Seguramente nos ha faltado información o formación a este respecto, ya que la docencia no se remite a cumplir con el programa, o a que los alumnos pasen el examen, o a seguir fielmente el plan de clase; nuestra labor implica la combinación de tres factores: lo afectivo, el conocimiento y manejo de los contenidos y la didáctica. Generalmente incluimos las últimas dos en el plan de clase, olvidándonos de lo afectivo, y este olvido puede tirar por la borda hasta la clase mejor planeada. A veces, o muchas veces, los alumnos no están de humor, los encontramos cansados, hartos, con problemas (¿quién no tiene problemas?), es decir, sin la disposición o la motivación para llevar a cabo nuestros planes. En esos momentos, los alumnos necesitan un docente que sepa ajustarse, un docente lo suficientemente flexible como para adecuarse a las circunstancias, esto es, si el plan A no está pintando bien, entonces cambiar al plan B y si éste no funciona, optar por un plan C, D, etc. Lo cual sirve, no sólo en el aula, sino para la vida misma. Muchas veces tenemos un plan que, debido a un incidente crítico, no termina por concretarse. Ser creativos, flexibles, adaptables, me parecen cualidades indispensables en cualquier persona. Yo misma planeo las actividades que a mí me gustaría hacer el fin de semana con mi familia: la visita al museo, la ida al teatro, etc., pero, resulta que ellos quieren (al fin hombres) ¡jugar fútbol americano!… ¿qué escojo, hacer berrinche o ponerme los tenis, correr, esquivar, atrapar el balón, hacer touchdown y divertirme mucho?
Con o sin incidentes críticos debemos saber adaptarnos, conformarnos (en el sentido de “tomar la forma de…”) y, lo más importante, aprender, como los buenos actores, a improvisar.
Interesante reflexión Verónica. Personalmente lo que mejor me funciona (aunque a veces no es tan fácil) es aplicar enormes dosis de sentido del humor. Eso acaba diluyendo todas las aristas posibles y permite seguir incluso cuando podría parecer imposible.
ResponderEliminarHola, Emilio,
ResponderEliminarExcelente observación, nada como el sentido del humor para atravesar cualquier bache y navegar por la vida :-)
Un abrazo,
V.
Me parece muy bueno este tema, ya que cómo dices no siempre todo sale de acuerdo a lo planificado, soy estudiante de último año de Licenciatura pero planeo dar cátedra en un futuro, y ésto lo tomaré muy en cuenta y me acordaré de ti compañera de Coursera Verónica :), gracias por compartir esta interesante reflexión. Saludos.
ResponderEliminarGracias a ti, Leopoldo :-)
EliminarNos vemos, entonces, en el ciberespacio ;)
Saludos!
De verdad, que si es parecido a la realidad es coincidencia. Parece ser que los docentes debemos ser inmensamente creativos y hacer más y renegar menos. Los niños son lo más sagrado del mundo y algunos no lo hemos entendido.
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